Una tarde, mientras fui a correr cerca de una obra en construcción en nuestro vecindario, un gatito flacucho y sucio me maulló de forma lastimera y me siguió a casa. Hoy, Mickey es un hermoso y saludable gato adulto, y disfruta de una vida confortable en nuestra casa y del profundo amor de mi familia. Siempre que corro por la calle donde lo encontré, pienso: Gracias, Dios. Mickey se salvó de vivir en la calle. Ahora tiene un hogar.

El Salmo 91 habla de aquellos que habitan «al abrigo del Altísimo» (v. 1) y hacen su hogar con Dios. Aquí, la palabra hebrea para habitar significa: «permanecer, quedarse de forma permanente». Al permanecer en Él, el Señor nos ayuda a vivir según su sabiduría ya amarlo por encima de todo (v. 14; Juan 15:10). Dios nos promete el consuelo de estar con Él eternamente, así como la seguridad de que estará con nosotros en todas las dificultades en esta tierra. Aunque tengamos problemas, podemos descansar en su soberanía, sabiduría y amor, y en sus promesas de protegernos y salvarnos.

Cuando hacemos de Dios nuestro refugio, vivimos «bajo la sombra del Omnipotente» (Salmo 91:1). No hay problemas que puedan tocarnos, excepto los que permitan su infinita sabiduría y amor. Esta es la seguridad de Dios como nuestro hogar.