El 15 de enero de 1919, un enorme tanque de melaza explotó en Londres. Una ola de 4,5 metros de más de 7,5 millones de litros de melaza corrieron por las calles a casi 50 km/h, arrastrando vagones, edificios, personas y animales. La melaza puede parecer inocua, pero ese día fue mortal: 21 personas surgieron y más de 150 resultaron heridas.

A veces, aun las cosas buenas pueden turbarnos inesperadamente. Antes de que los israelitas entraran en la tierra que Dios les había prometido, Moisés le mencionó al pueblo que no se atribuyera las cosas buenas que había recibido: «no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumentan, y la plata y el oro se te multiplican, […] y se enorgullezca tu corazón, y te olvides del Señor tu Dios», sino que «[se acordara] del Señor [su] Dios, porque él [le] da el poder para hacer las riquezas» (Deuteronomio 8:12-14, 17-18).

Todas las cosas buenas —incluso la salud física y los talentos que necesitamos para ganarnos la vida— son bendiciones de nuestro Dios amoroso. Aunque hayamos trabajado duro, Él es quien nos sostiene. ¡Que recibamos sus bendiciones con brazos abiertos y lo alabemos agradecidos por su bondad para con nosotros!

De: James Banks