Pero cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propia pasión. Santiago 1:14

—A mí me parece fascinante —dijo Betty en voz baja—. Quiero ver qué se siente cuando uno fuma.
Jazmín sabía que su prima Betty fumaba. El verano pasado, cuando se había quedado en la casa de Betty, ésta le mostró unos cigarrillos y encendió uno. Cuando Jazmín la amenazó con contarle a los padres de ella, y con no volver a pasar la noche en su casa, Betty prometió que no volvería a sacar los cigarrillos. Cumplió su promesa y Jazmín nunca le contó a su tía ni a su tío, ni a sus propios padres. Pero ahora Betty estaba hablando de fumar marihuana.
La curiosidad puede ser como un cocodrilo suelto en las cloacas de una gran ciudad. Ni te das cuenta que anda por allí. Pero de pronto se trepa por el drenaje, te toma del pescuezo y te arrastra hacia abajo al mundo oscuro y sucio donde vive. Y esta bestia no es producto de tu imaginación.
La curiosidad puede ser una bendición o un pesadilla. Hay un mundo entero de cosas buenas para despertar tu curiosidad. Puedes tener curiosidad por saber qué tal sería cierta profesión, y te pones a explorarla. Te preguntas cómo será ir navegar en balsa los rápidos de un río, y vas y pruebas.
Pero con frecuencia las cosas que más nos despiertan la curiosidad son las cosas que Dios dice que no debemos hacer. Dios dice que nos harían daño, pero no le creemos. Dios dice que están prohibidas, pero nos pasamos el tiempo imaginándonos lo que sería participar de esas cosas.
Es entonces que, de pronto, la curiosidad se convierte en tentación. Santiago explica cómo sucede: “Pero cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propia pasión. Luego esa pasión, después de haber concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez llevado a cabo, engendra la muerte” (Santiago 1:14, 15). Tan seguro como dejar que un cocodrilo viva en las cloacas acabará con convertirte en la comida de un cocodrilo hambriento, dejar que los deseos equivocados aumenten te arrastrará a las profundidades del pecado.
Sigue estas dos sugerencias cuando notas que quieres hacer lo que no debes:

• Encara inmediatamente tu curiosidad. Si deseas algo inapropiado, háblale a Dios sobre el asunto antes de que ello tenga oportunidad de morderte.
• Rodéate de amigos que comparten tu escala de valores. Prométanse que se ayudarán a volver en sí cuando algún deseo los lleve a situaciones peligrosas.

Tu curiosidad es uno de los dones más grandes de Dios para ti. Pero tienes que mantenerte en guardia cuando tu curiosidad te provoca a desear cosas malas. ¡Dios tiene cosas mejores reservadas para ti!
PARA DIALOGAR: ¿En qué sentido puede la curiosidad arrastrarte a lugares que no debes ir? ¿De qué manera puedes luchar contra eso?
PARA ORAR: Señor, queremos lo bueno. Enciende nuestro deseo de ti y de todo lo bueno.
PARA HACER: ¿Con quién puedes hablar cuando la tentación de hacer lo malo se va haciendo más fuerte? Busca un amigo que te pueda ayudar a vigilar tu corazón.

McDowell, J., & Johnson, K. (2005). Devocionales para la familia. El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano.